Hay pruebas claras de que la vacuna triple vírica contra el sarampión, las paperas y la rubéola (TV) no produce autismo. El autismo, un trastorno grave del desarrollo que ocasiona problemas en la comunicación, la interacción social y la conducta, ha ido en aumento desde la década de 1970 y, según algunas estimaciones, afecta actualmente a uno de cada 160 niños en los Estados Unidos. Nadie conoce la causa de este trastorno ni por qué su incidencia está aumentando cada vez más, por lo cual es comprensible que los padres estén alarmados.
La preocupación acerca de un vínculo entre la vacuna triple vírica y el autismo comenzó en 1998, después de que la publicación médica británica The Lancet diera a conocer una investigación en la cual se asociaba la vacuna triple sarampión-paperas-rubéola con el autismo. Los investigadores estaban investigando la teoría de que los problemas intestinales, como la enfermedad de Crohn, podían resultar de una infección viral y contribuir al desarrollo del autismo. No obstante, el estudio fue muy pequeño (solamente participaron 12 niños) y varios de los investigadores originales lo pusieron en duda más tarde.
Otra investigación británica, publicada en 2002, parecía sugerir una asociación entre el sarampión (no necesariamente la vacuna), la enfermedad inflamatoria intestinal y el autismo u otros trastornos del desarrollo afines.
En ese estudio, los investigadores encontraron fragmentos del virus del sarampión en 75 de 91 niños con enfermedad inflamatoria intestinal. Se encontraron rastros de sarampión en solamente cinco de los 70 pacientes control. Pero la manera en que estaba diseñado el estudio hizo imposible saber si la vacuna triple vírica produjo los trastornos intestinales y los retrasos del desarrollo o si la asociación fue mera coincidencia.
En 2004, un estudio mucho más grande publicado en The Lancet comparó 1.294 niños que presentaban trastornos comprendidos dentro del espectro del autismo con 4.469 niños sanos y concluyó en que la vacuna triple vírica no aumenta el riesgo de autismo u otros trastornos afines.
Otra serie de investigaciones compararon la incidencia del autismo entre los niños que recibieron la vacuna triple vírica y aquellos que no la recibieron, y concluyeron que el autismo no tiene en los niños vacunados una mayor presencia que en los no vacunados. Diez estudios llevados a cabo en tres continentes, en los cuales participaron decenas de miles de niños, han demostrado hoy en día con claridad que la vacuna triple vírica no produce autismo.
La mayoría de los especialistas piensan que el autismo puede ser, al menos en parte, genético, y señalan que no hay posibilidades de que una vacuna lo desencadene. Después de todo, no hay ninguna vinculación conocida entre el sarampión, las paperas o la rubéola, y el autismo. Carece de sentido que una vacuna sea la causa de un trastorno que la enfermedad, por sí misma, no produce, dado que una vacuna es esencialmente una infección pero sin síntomas.
Resulta también importante señalar que la vacuna triple vírica nunca contuvo timerosal, el conservante a base de mercurio que alguna gente cree que puede estar vinculado con el autismo. (El timerosal ha sido ahora retirado de todas las vacunas para niños con excepción de la vacuna contra la gripe, así que ya no es una preocupación.) En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades continúan sus estudios en esta área para tratar de poner punto final a la cuestión.
Información sacada de babycenter.es